jueves, 2 de septiembre de 2021

MI FAMILIA Y OTROS ANIMALES

 




 

TITULO:   Mi familia y otros animales

AUTOR:   Gerald Durrell  (Jamshedpur,  Raj Británico 1925- Jersey  1995)

EDICION:   Alianza Editorial. Biblioteca Durrell.

 

Yo no sé de dónde salió este libro, de verdad.  Estaba entre los libros de mi madre, que están todos en mi casa porque la suya se vendió y en la residencia dónde vive no hay sitio para tanta estantería.  Esto sería para dedicarle un buen rato: qué pasa con nuestros libros cuando ya no pueden estar todos con nosotros. Los que los atesoramos quizás lo hagamos por la loca idea de que ahí, en esa estantería (que pensamos guarda un orden  perfecto pero es ininteligible para los demás) retenemos para siempre todos los matices de cada historia, todos los detalles que vivimos como propios y hasta los que nos pasaron inadvertidos y que quizás, en un segunda o tercera futura lectura, sepamos ver y exprimir más.  Se trata de eso esto de tanto leer, de atrapar personajes, frases, olores, emociones, universos ajenos y hacerlos propios. Controlarlos a nuestro antojo, entrando y saliendo sabiendo que (o más bien creyendo que) no nos afectan y podemos permanecer indemnes a todos ellos. ¿Y qué haré cuando todos ellos ya no puedan estar a mi lado?  Pero aquí solo se trata de contar algo de este libro tan bonito, tan dulce,  de G. Durrell.

El caso es que no recuerdo habérselo comprado y ella, mi madre, ahora tampoco recuerda muy bien si lo leyó o desde cuando lo tenía. Ella ahora lee, vive el libro, pero ya no se lo apropia porque su memoria guarda unas cosas si y otras no y por lo que veo, esto de las historias leídas va quedando en la parte del “no” muy a menudo.

Han sido meses sin poder  leer de verdad, en los que sólo he hojeado algunas páginas de dos o tres libros que finalmente quedaron apartados  en espera de que lo que fuera que se me había descolocado volviera a funcionar. Pero vi éste, con esa portada de colores alegres y a la vez algo triste por las expresiones de los personajes y como además no tenía ninguna referencia del autor ni del título, decidí intentarlo con él.  

Empiezo contando algo del autor ya que el libro cuenta sus vivencias con su familia, así que es bueno situarnos en quien fue.

Sus padres habían nacido en India, de origen británico el padre e irlandesa la madre. Gerald Durrell también nació  en India, en 1925 y la familia regresó a Inglaterra tras la muerte de su  padre en  1928. Siendo muy pequeñito visitó un zoológico en India y él mismo atribuía a esta visita  su posterior pasión por los animales.   Entre  1935  y 1939 la familia se trasladó a Corfú, a un ambiente exótico que el joven de 11 años aprovechó para familiarizarse con nuevas especies de animales y que le sirvió  de base para este libro y las secuelas que luego escribió, la “Trilogía de Corfú”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, ya de  vuelta en Reino Unido, trabajó para varias tiendas de mascotas y zoológicos y realizó varias expediciones.

Poco a poco el autor se fue haciendo cada vez más conocido por sus posturas conservacionistas y sus relatos. Durrell escribía para financiar sus expediciones y la fama que obtenía le llevó a trabajar como presentador para la BBC, facilitando la creación de su propio zoo en la isla de Jersey.

Falleció en 1995.

Para más detalle de su vida y obra, podéis ir a  https://es.wikipedia.org/wiki/Gerald_Durrell

Sobre el zoo de Jersey he encontrado un artículo en El Pais, de 18/07/2016  https://elpais.com/elpais/2016/07/18/eps/1468793107_146879.html .  Es muy interesante e ilustra  la personalidad de este escritor.

En cuanto al libro “Mi familia y otros animales”, se publicó en 1956.  Durrell vivió en la isla de Corfú desde marzo de 1935 hasta julio de 1939. Llegó con 10 años junto a su familia, compuesta por la madre viuda, el hijo mayor Larry, escritor incipiente, el hijo Leslie, adorador de barcas y armas, y la hija Margo, obsesionada con la dieta. Y el perro, Roger. Durante esos años vivieron en tres villas diferentes, que son las tres partes en que se divide el libro.

Es con los ojos de aquel niño, o lo que él recuerda,  que nos va desgranando escenas familiares llenas de excentricidades  y sus choques y relaciones con los habitantes de la isla, todo envuelto en el más amable humor británico. Pero lo que realmente me ha llenado a mí y ha hecho que disfrutara cada página, han sido las descripciones de cómo ese niño vivía cada descubrimiento de un nuevo animal o de una pequeña cala de aguas cristalinas,  o las enseñanzas de los variados tutores y nuevos amigos que le fueron acompañando y abriendo los ojos a toda esa vida que estallaba en cada rincón donde posara su mirada infantil.

Después del Prólogo, realizado por su hermano Lawrence Durrell, autor del “Cuarteto de Alejandría” y que entonces era un joven Larry , el autor hace un “Discurso para la defensa” y dice:

“Esta es la historia de cinco años que mi familia y yo pasamos en la isla griega de Corfú. En principio estaba destinada a ser una descripción levemente nostálgica de la historia natural de la isla, pero al introducir a mi familia en las primeras páginas del libro cometí un grave error. Una vez sobre el papel, procedieron de inmediato a tomar posesión de los restantes capítulos, invitando además a sus amigos. Sólo a través de enormes dificultados, y ejercitando considerable astucia, logré reservar aquí y allí alguna página que poder dedicar exclusivamente a los animales.”

Y así transcurre el libro, alternando aventuras por los campos amplios  de la isla o por sus aguas cristalinas y descubriendo la vida de pequeños insectos y todo tipo de animales,  con las  aventuras a menudo más ilógicas e incluso extravagantes protagonizadas por Gerald y su familia, todo ello con el contrapunto de los diferentes habitantes de la isla que les acompañan. Atardeceres dorados en la quietud del campo en verano, noches al lado del mar con la compañía de su perro. Pequeños animalitos observados  y estudiados con sus ojos asombrados, gente que aparece en sus vidas con quien comparten charlas, bromas o comidas y fiestas. Y todo rodeado de un verano casi permanente, porque supongo que para aquel crio que llegaba de Reino Unido, el clima de Corfú le debió parecer un continuo verano-primavera.

Así que una página tras otra he recuperado el sabor de las buenas lecturas a sorbos lentos, pasando con calma las hojas mientras en mi jardín cantaban las chicharras o, ya anocheciendo, empezaba a oírse algún grillo escondido tras los geranios, oculto para que los gatos no cortaran de golpe su canción. He podido disfrutar de nuevo de algunos recuerdos de mi misma, cuando con esa edad misma edad del protagonista, me iba a los campos que había cerca de mi casa, cerca de la Sierra de Madrid, y observaba las telas tejidas por las arañas, cómo brillaban al sol y se agitaban con cualquier brisa. Yo también tuve una tortuga con un caparazón amarillo y negro que cuando le daba de comer  trocitos de tomate y de lechuga, me parecía que hasta corría para cogerlos de mi mano.

Ha sido una lectura curativa que me ha puesto de nuevo en contacto con la niña que amaba el campo y todos los bichitos, salir en bicicleta por aquellos caminos y al volver a casa, agotada, cogía el montón de tebeos y alternaba su lectura con algún libro de Los Cinco.

Y en cuanto a la portada, que me ha llamado la atención, supongo que ha sido elección de la editorial actual porque en otras ediciones es diferente. La verdad es que no trasmite creo yo el espíritu del texto ni corresponde con la época en la que se desarrolla. Es un cuadro de Henri Rousseau, pintor surrealista. “La calesa de Papá Junier”.